Salud, Medicina Mental Psicología
La salud física y el equilibrio mental son el objetivo fundamental
La salud es el perfecto estado de bienestar físico, mental, social y también espiritual.
El cuerpo humano debería estar siempre sano porque cuenta con un sistema inmunológico capaz de hacer frente a cualquier enfermedad y vencerla, con elementos de su propia farmacia interna.
Sin embargo, llenos están los hospitales y los consultorios médicos de gente abatida, aquejada de una enorme variedad de síntomas que les hace imposible disfrutar de un bienestar físico.
La mente juega un importante papel en la manifestación de casi todas las enfermedades, cuando sufre un desequilibrio emocional, generalmente debido a experiencias difíciles de sobrellevar y a las cuales las persona no se pueden adaptar.
El contexto social muchas veces predispone, impidiendo obtener la satisfacción de las necesidades básicas, dificultando el acceso a la educación y no proporcionando las suficientes oportunidades para el desarrollo del potencial humano.
El avance de la tecnología, la pérdida de los valores, la delincuencia, las drogas y los modelos de vida opulentos que muestran los medios de comunicación a la gente común han provocado el avance del materialismo y el retroceso de la fe.
Los seres humanos han perdido la alegría de vivir, el entusiasmo y su sensación de conexión y armonía con el Universo, ocupados en una carrera estéril para obtener o mantener sus bienes materiales, en detrimento de su bienestar físico, mental, social y espiritual.
Emociones como la ansiedad, el miedo y la ira causan alteraciones en ciertas sustancias químicas del cerebro. Estas sustancias influyen en la secreción de hormonas de la glándula hipófisis y éstas a su vez estimulan las glándulas suprarrenales, las cuales segregan hormonas en la sangre como el cortisol y la adrenalina, elevando la presión arterial.
Por lo tanto, podemos deducir que un pensamiento tiene su concomitante orgánica, porque el organismo es una unidad psicofísica.
Así como las emociones negativas producen mensajes químicos que desequilibran el cuerpo, la razón indica que las emociones positivas deben tener necesariamente una influencia saludable en el organismo.
La gente está dispuesta a todo menos a cambiar su personalidad o su estilo de vida, aunque esto le signifique vivir menos años o enfermarse gravemente en un corto plazo.
Es un problema de decisión personal seguir viviendo, pero de otra manera, respetando las limitaciones, aceptando las reglas de juego para sentirse bien o continuar con conductas autodestructivas, tomando medicamentos de por vida y aquejados con distintos males que atentan contra la calidad de vida y el propio bienestar y el de los familiares.
Los métodos tradicionales para asistir a los enfermos son caros y todos tienen efectos colaterales.
Existen técnicas mentales para tratar la hipertensión, entre las cuales se encuentran los ejercicios de respiración, la relajación física, la concentración mental, la visualización y
la meditación, técnicas al alcance de todos, que se pueden aprender por televisión sin ningún costo y que no producen ningún efecto colateral.
La biorretroalimentación, es una técnica que permite registrar las fluctuaciones de la presión sanguínea en un tablero de instrumentos conectado al brazo para aprender a subir o a bajar la presión arterial sólo con el pensamiento.
Este es un hecho ya demostrado y aunque no sea un método seguro para la hipertensión severa, nos muestra cómo incide el pensamiento en las funciones del cuerpo.
Significa que cambiando nuestros patrones de pensamiento, que suelen tener una estructura definida, podemos cambiar cualquier función autónoma de nuestro organismo.
La visualización consiste en concentrarse en una imagen mental que provoque paz y tranquilidad. Esta técnica resulta eficaz en los casos de hipertensión leve.
Estudios realizados a largo plazo han demostrado que la meditación realizada en forma regular reduce la presión alta.
También los tratamientos basados en un cambio en el estilo de vida dan resultado. Si se controla el peso, se deja de fumar, se practica algún tipo de ejercicio aeróbico, como una simple caminata diaria de treinta minutos y se reduce el stress, evitando hacer dos o más cosas al mismo tiempo, tratando de ver las cosas desde otra perspectiva, se reduce significativamente el riesgo de sufrir un episodio grave de hipertensión o un ataque cardíaco.
Todas estas cuestiones implican necesariamente un cambio de actitud, pero todavía muchos prefieren seguir tomando su pastilla y no renunciar a su peligroso modo de vida.