Señales asociadas al estrés.
En este artículo nos vamos a referir al estrés sostenido en el tiempo. Aquel que no implica simplemente el desarrollo de ansiedad ante una situación nueva, por ejemplo, que es, de hecho, esperable. Sino el tipo de estrés crónico que desencadena en molestias y dolencias y que puede llevar al desarrollo de gran cantidad de enfermedades psicosomáticas.
El estrés se puede manifestar de maneras diversas, y sus síntomas varían de persona a persona. Sin embargo, es importante conocer los más frecuentes para poder detectarlos inicialmente y tomar acciones que ayuden a minimizar sus efectos o a reducir la causa que los produce.
El estrés se presenta en la actualidad en la gran mayoría de la población. Las situaciones propias del sistema en que vivimos exigen un ritmo difícil de sobrellevar física y psicológicamente, Las señales que se manifiestan a veces no son reconocidas como propias del estrés de modo que se dilata o directamente se anula la posibilidad de intervenir adecuadamente. A veces, sino en la mayoría de los casos, se interviene cuando el estrés ha avanzado y está manifestándose a través de síntomas más insidiosos.
Al conocer el amplio espectro de manifestaciones posibilitamos la detección temprana y ayudamos a frenar exigencias o corrernos de lugares que recrudecen el estrés. Es muy importante, por supuesto, hacerse los controles médicos necesarios para poder establecer un diagnóstico. Estos son síntomas que pueden corresponder a muchas patologías distintas y no necesariamente serán producto del estrés.
Por lo general, es luego de los estudios médicos que se evalúa la probabilidad de estrés y deban tomarse otro tipo de acciones al respecto: consultar con un psicólogo y hacer cambios en la rutina.
Algunos de los síntomas más frecuentes son:
Dolores de cabeza: cefaleas y migrañas.
Cansancio. Agotamiento mental y físico. Dificultad para despertarse, para llevar a cabo las tareas cotidianas, para concentrarse.
Dolores musculares y contracturas. Dolores de cuerpo, rigidez cervical o contracturas varias.
Problemas del sueño: Insomnio, dificultad para conciliar el sueño, o interrupciones del sueño. El descanso no se logra totalmente, se siente que no se descansó, o el sueño es tan liviano que se interrumpe fácilmente.
Ansiedad: estado de alerta contante, aceleración del pensamiento y síntomas físicos como temblores, sudoración, falta de aire, mareos y palpitaciones, entre otros.
Dolores de panza y problemas gastrointestinales: hinchazón, acidez, cambios en el ritmo intestinal, dolores.
Baja libido sexual, cambios o alteraciones del ciclo menstrual.
Cambios bruscos de estado de ánimo, irritabilidad, enojo, angustia.
Alteraciones en los vínculos. Conflictos con los vínculos cercanos, dificultad para sostener vínculos de amistad y espacios de ocio.
Inseguridad, dudas, desconfianza, pensamientos recurrentes, intrusivos y/o fatalistas.
Depresión: Muchos síntomas ya se mencionaron anteriormente. Baja energía, apatía, angustia, sentimientos de culpa y de infravaloración, entre otros.
Caída del cabello, manifestaciones en la piel, llagas o problemas en encías y boca (asociadas también a los problemas gastrointestinales).
Dificultad para el disfrute. Sensación de no poder desconectar de las ocupaciones.
Bajas defensas, resfríos, infecciones o enfermedades recurrentes.
Estos son algunos síntomas del estrés y es importante conocerlos para poder detectar las señales incipientes. Ante la presencia de síntomas físicos siempre se debe hacer un chequeo médico primero para descartar algún otro causante. Y luego, consultar con un profesional de la salud mental para poder actuar sobre el tema del estrés en particular.