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Sentimiento de inferioridad, ¿A qué se debe?

Publicado por Lic. Maria V.

¿A qué puede deberse el sentimiento de inferioridad? Y, ¿Cómo se manifiesta?

El sentimiento de inferioridad es, como el término mismo lo indica, una percepción, por decirlo de cierto modo, de ser inferior o estar en un lugar de menor valor al de otras personas. En esta definición ya se da por sentado que el individuo se siente en inferioridad de condiciones, al menos en ciertos momentos.

El concepto de Complejo de Inferioridad implica que este conflicto existe pero muchas veces no es percibido concientemente por el sujeto. 

El complejo de inferioridad suele llevar al individuo a una posición compensatoria, buscando vanagloriarse o exagerar aspectos positivos de sí mismo con el fin de equilibrar esa posición de minusvalía. 

Cuando hablamos de sentimiento de inferioridad, si bien estamos entorno a la misma cuestión, se hace énfasis en la palabra Sentimiento, que podemos pensar implica cierto registro del asunto.

El sentimiento de inferioridad se va constituyendo a lo largo del desarrollo. A raíz de respuestas o discursos que nos van atravesando. Por lo general, si en la crianza los ma-padres acarrean ellos mismos con su propio complejo, posiblemente, de no tenerlo trabajado, termine impactando en sus hijos e hijas.

Un niño o niña que va creciendo necesita del reconocimiento y la seguridad que le pueda transmitir el mundo adulto. Si se le reconoce por sus logros y se le hace sentir confianza hacia sí mismo y hacia su entorno, probablemente no se desarrollará un sentimiento de inferioridad.

Por el contrario, si el niño o niña siente, a medida que crece, que no es lo suficientemente bueno, crecerá comparándose con otros y percibiéndose en inferioridad de condiciones. Esto, por supuesto, trae consecuencias en el desarrollo de la autoestima, que se va dando simultáneamente.

La comparación siempre está presente en la infancia y niñez. La exploración lleva precisamente a observar a otros, y a medida que se va creciendo se observa con mayor detenimiento lo que los otros hacen y lo que uno es capaz de hacer. Pero si desde la educación y la crianza se incentiva a reconocer las propias capacidades desde una impronta exploratoria en lugar de exigente y rígida, el niño o niña observará a otros pero no por eso dejará de sentirse capaz de llevar adelante lo que se propone.

Además, es importante destacar que el sentimiento de inferioridad no es exclusivo de la infancia. Este puede manifestarse en cualquier etapa de la vida, incluso en la adultez, y puede ser desencadenado por una variedad de factores, como el fracaso en el trabajo, la presión social, las expectativas no cumplidas, entre otros.

El sentimiento de inferioridad puede así instalarse en la infancia y luego ir desarrollándose en las distintas etapas de la vida. Puede generar que la persona disminuya considerablemente sus expectativas, sintiendo que no podrá lograr demasiado. También puede ocurrir que se pongan en marcha mecanismos de auto-boicot ante situaciones que le impliquen un desafío, siendo el trasfondo de ese complejo de inferioridad el que pretende convencer a la persona de que no puede lograrlo.

En los casos en que exista un compromiso con un espacio terapéutico este sentimiento se puede reconocer y trabajar. Concientizando que es parte del sujeto es que se puede diminuir la intensidad limitante que pueda tener, permitiendo que la persona pueda desplegar sus potencialidades de igual modo.

En una sociedad en donde la educación y la crianza se basan en notas, premios-castigos y comparaciones con otros, es muy difícil que un complejo de este tipo no se arraigue. Sin embargo, llevarlo a la conciencia puede ser una gran herramienta, ayudando al individuo a desplegar y reconocer sus capacidades.

Es esencial recordar que el sentimiento de inferioridad no define a una persona. Es solo un aspecto de su auto-percepción que puede ser trabajado y mejorado. Con apoyo, comprensión y un enfoque positivo, es posible superar este sentimiento y desarrollar una autoestima saludable.

Además, la terapia puede ser una herramienta valiosa para enfrentar y superar el sentimiento de inferioridad. Un terapeuta puede ayudar a la persona a entender la raíz de su sentimiento de inferioridad y a desarrollar estrategias para superarlo. También puede proporcionar apoyo emocional y ayudar a la persona a desarrollar una autoimagen más positiva y realista.