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Vínculos saludables: validar las emociones.

Publicado por Lic. Maria V.

Una parte esencial de la construcción de vínculos saludables es la de poder validar las emociones del otro, aunque sean distintas de las nuestras.

La validación, y el respeto por cómo el otro se siente son fundamentales para poder sostener vínculos de este tipo.

Invalidar las emociones de la otra persona es no reconocerlas, rechazarlas, por considerarlas contrarias a las nuestras o por no poder aceptar al otro en su diferencia y su vivencia particular. En esta interacción, el conflicto que se genera es que estamos rechazando una parte de ese vínculo y, por lo tanto, cortando o lastimándolo.

La invalidación de emociones es mucho más frecuente de lo que imaginamos, y muchas veces está tan arraigado en nuestro sistema de actitudes y conductas que lo empleamos constantemente, creyendo incluso que estamos ayudando al otro.

Toda vez que pasamos por alto o pretendemos que las emociones que otro nos transmite deben dejarse a un lado, estamos rechazándolas, y por lo tanto, rechazando a esa persona; no reconociéndola en su singularidad.

En el caso de los niños esto es muy frecuente. Si un niño dice «tengo miedo» y los padres, como respuesta le dicen: «No tengas miedo, no hay que tener miedo…» están negando lo que el niño les transmite. Le niegan una categoría de importancia y de realidad a esa emoción que el niño experimenta. En este caso, y partiendo de una posición más empática se podría decir «¿A qué le tenés miedo? Contame.» o ¨Entiendo que puedas tener miedo, ¿cómo puedo ayudarte?¨. Intentar indagar para que ponga en palabras sus emociones, y transmitirle seguridad a partir de allí.

Lo mismo ocurre con la tristeza y el llanto. Es frecuente escuchar como forma de ¨consuelo¨: «No llores», «no hay que llorar», «pero, ¡si no pasó nada!» Esto también es una manera de negar e invisibilizar la angustia que el otro siente. De esta forma, lo que hacemos es anular al otro, y en cierta medida, no considerarlo como una persona separada de nosotros mismos, y que, como tal, puede experimentar distintas emociones.

Invalidar las emociones ajenas suele ser paralelo a una dificultad para reconocer las emociones propias y aceptarlas. Aquéllos que suelen reprimir o rechazar ciertas emociones en sí mismos frecuentemente invalidan emociones en otros, más aún cuando éstas son displacenteras, como el miedo o la tristeza.

Invalidarlas es una forma de negarlas, y así, evitar confrontarse con su existencia. 

Nuestra sociedad nos impulsa, en gran medida, a invisibilizar aquellas emociones que se asocian a estados menos productivos o deseables, o a situaciones disruptivas. Y, por lo general, cada vez que una de ellas se presenta el entorno suele responder intentando que esa emoción desaparezca lo antes posible. Invalidarla o no aceptarla sólo le otorga más fuerza. Tenemos que poder aceptar todos los matices emocionales que experimentamos a lo largo de la vida; ocultando o negándolas sólo las alejamos de nuestro alcance.

En los vínculos es muy importante estar atentos para poder validar y aceptar las emociones propias y de otros. Muchas veces esto no nos será posible, por no tener lo suficientemente trabajados aspectos de nuestra historia personal.

Gran parte de lo que implica un vínculo de respeto tiene que ver con esta aceptación. El otro es distinto; su experiencia, incluso transitando los mismos acontecimientos, es diferente a la propia, y sólo dándole lugar a esa diferencia es que el vínculo puede construirse y sostenerse saludablemente.