Fobia a las alturas
Todo miedo en particular nos quita la libertad.
La fobia es el desplazamiento de la angustia sobre un objeto o situación que se convierten en motivo de terror paralizador.
Como síntoma, la fobia es un miedo específico extremo, cuyo estímulo se proyecta afuera para liberarse de la angustia, sirviéndole de descarga.
El tema más frecuente fóbico se refiere al miedo al espacio, como por ejemplo el temor a salir o angustia de las calles, el miedo a los espacios descubiertos, o agorafobia, el miedo a los espacios cerrados, o claustrofobia.
Una forma variada de estos miedos al espacio es el gran vértigo fóbico, como el miedo a las alturas, como montañas, balcones, ascensores, o escaleras; el miedo a la oscuridad, considerada ésta como un espacio amenazador; el miedo a los medios de transporte, por ejemplo miedo al tren, fobia que sufría Sigmund Freud; miedo a la muchedumbre, cuya variante es el miedo a hablar o de enfrentarse al público.
Existen otras categorías de fobias referidas al medio social o las relaciones interpersonales que pueden provocar angustia pavorosa, y la fobia al contacto.
Existen fobias asociadas con experiencias infantiles, como la fobia a los animales que puede convertirse en una horrible repulsión.
La persona fóbica a las alturas ha asociado el peligro a algo bien definido con el objetivo de desplazar la angustia con un pretexto, para poder soportar la situación de angustia real.
La cuestión es evitar el objeto tabú que es el que conduce a conductas de fugas de diferente índole, huyendo hacia delante con preocupación siempre renovada.
La fobia a las alturas representa el miedo paralizante frente a toda situación que enfrente a la persona al vacío, como un precipicio, un balcón alto, e inclusive el tope de una escalera.
Estas fobias representan conductas que tienden a obtener seguridad y tranquilidad mediante la evitación de la situación fóbica y la búsqueda de ciertas situaciones contrafóbicas que se convierten en rituales con valor mágico y supersticioso.
La persona fóbica está en permanente estado de alerta frente a todo lo que surge principalmente de si mismo y que proyecta afuera. Se defiende de sus pulsiones internas negándolas.
La actitud de huida puede tener dos formas, una inhibitoria, como represión sexual, timidez, indecisión o de rechazo total al contacto; y otra de permanente desafío, una huida hacia delante, la persona muy ocupada que no puede estar sin hacer nada, entra y sale, lee compulsivamente, escucha permanentemente radio, etc., todo eso para no pensar.
La vida sexual en el fóbico está siempre perturbada, principalmente por la inhibición, porque el deseo sexual es vivido como un peligro de destrucción que provoca angustia, y para liberarse de ella se evita el acercamiento.
El fóbico trata de ocultar sus miedos por mucho tiempo y no es raro que finalmente caiga en una crisis depresiva.
Existen distintos grados de fobias, las más leves son las neurosis fóbicas que hay que distinguir de las fobias que se manifiestan como mecanismos de defensa de la neurosis de angustia, de la histeria, de la neurosis obsesiva o de la depresión, que son más graves.
Los tratamientos más efectivos son los combinados, o sea psicoterapia con control psiquiátrico.
La modalidad terapéutica cognitiva o del comportamiento consiste en un tratamiento breve y puede resultar muy eficaz.
Las causas profundas de las fobias se pueden analizar con terapia psicoanalítica.
Además de estas terapias, existen otras técnicas de tratamiento que han demostrado ser efectivas para las fobias. Entre ellas, la terapia de exposición, que implica exponer al paciente a la situación o al objeto que le provoca miedo de manera gradual y controlada, con el objetivo de que aprenda a manejar su ansiedad.
También se ha demostrado que el entrenamiento en técnicas de relajación, como la respiración profunda y la meditación, puede ser útil para manejar los síntomas de la fobia. Estas técnicas ayudan a reducir la respuesta física de ansiedad, lo que puede hacer que la situación fóbica sea más manejable.
En algunos casos, la medicación puede ser una opción de tratamiento. Los medicamentos como los betabloqueantes, los ansiolíticos y los antidepresivos pueden ayudar a reducir los síntomas de la fobia. Sin embargo, estos medicamentos no curan la fobia y pueden tener efectos secundarios.
Además, es importante recordar que cada persona es única y lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra. Por lo tanto, es esencial trabajar con un profesional de la salud mental para desarrollar un plan de tratamiento que se adapte a las necesidades individuales de cada paciente.
Finalmente, es importante destacar que el apoyo de la familia y los amigos puede ser un componente crucial en el tratamiento de las fobias. El apoyo emocional y la comprensión pueden ayudar a la persona a sentirse más cómoda y segura al enfrentarse a sus miedos.