El Hombre de los Lobos y la Depresión
En el post pasado he dejado entrever la cuestión de la «depresión» en el caso que Sigmund Freud trabajó allá por principios del siglo XX, en 1905, el caso Dora. Y ya ahí tenemos una referencia: que él no abordaba esa «desazón» (que formaba parte del cuadro clínico de Dora) como un síntoma, sino como un afecto que tenía que ver con el trabajo que conllevaba al yo elaborar el conflicto psíquico que aquejaba a Dora por entonces.
Podemos decir, retomando esta referencia, que en el sujeto histérico, esa desazón era un efecto en un yo empobrecido que había depuesto su interés por el mundo exterior a partir de la exigencia que le requería su tarea en el aparato psíquico.
Ahora bien, ¿qué ocurre con la depresión en la neurosis obsesiva?
En la autobiografía del Hombre de los Lobos (otro de los clásicos historiales freudianos)tenemos unos datos interesantes al respecto que nos pueden dar una primera orientación. Freud no se va a detener en ese punto; no aborda en el caso del hombre de los lobos este aspecto de su malestar, ya que en el tiempo que este paciente estuvo en tratamiento con Freud, nunca había «caído» en un estado de depresión.
Pero hacia el año 1915, cuando Freud trabaja en su ensayo «Duelo y Melancolía», estableciendo la diferencia entre ambos conceptos, especifica allí el estatuto de ambivalencia en la neurosis obsesiva y en la melancolía, dándole a esta última el sentido de ser una regresión de la libido al yo. Este movimiento no se da en la situación de duelo, aunque comparte con éste otros dos elementos fundamentales: la pérdida del objeto y la ambivalencia.
En el Hombre de los Lobos, de acuerdo a lo que se puede rescatar de su autobiografía, él refiere su primer estado depresivo ante la muerte de su hermana Ana, caracterizando este estado como una «agonía psíquica» que podía llegar a alcanzar las características de un dolor en el cuerpo. En este estado, el Hombre de los Lobos no era capaz de sentir ínterés por nada, rechazaba todo y hasta habái tenido ideas de suicidio. No podía estudiar ni mantener lazos sociales estables; estos se reducían a los mínimos contactos.
Luego Teresa acepta su amor (por su insistencia) y quiere casarse con él, pero él la rechaza. Esto originará diversos reproches, aniquilantes remordimientos que lo llevan a un estado depresivo muy profundo, que le impide realizar las actividades cotidianas y la toma de decisiones.
Después de unos años ocurre el suicidio de Teresa, que por entonces se había convertido en su esposa. Esto lo sumerge en una depresión que se transforma en un estado «casi constante de melancolía». Este acontecimiento constituye para el Hombre de los Lobos, una pérdida fundamental a la que remiten todos sus «duelos no resueltos».
La doctora con la que el Hombre de los Lobos se atiende después de haber tenido el tratamiento con Freud, señala que las depresiones de su paciente estaban relacionadas con algún hecho desencadenante y que en algunos casos, él mismo era quien desencadenaba esos hechos…
Seguiremos en el próximo post desarrollando este tema.
FUENTE: EXTENSIÓN 5. CÁTEDRA DE PSICOPATOLOGÍA. UUNLP, LA PLATA, ARGENTINA. ED. DE LA CAMPANA.