El hombre y el amor
Freud escribió a lo largo de varios años unos textos que luego reunió -para publicarlos en 1918- en unos escritos que llamó “Contribuciones a la psicología del amor”. En estos trabajos, el padre del psicoanálisis se adentró en la compleja y fascinante relación entre el hombre y el amor, y estableció algunas condiciones muy particulares que caracterizan la elección de objeto de amor para el hombre.
El primero de estos trabajos se llama originalmente “Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre”. Freud eligió este tema para empezar a hablar, ya que estas condiciones que el objeto a elegir debe tener para el hombre, resultan bastante incomprensibles, pero que sin embargo tienen para el psicoanálisis una lectura bastante “simple”.
La primera condición a la que Freud se refiere es la del “tercero perjudicado”: es decir, esa mujer a elegir debe tener ya un marido, novio, amigo, etc. Incluso, nos dice Freud y es algo que hoy en día se constata clínicamente, una mujer puede serle indiferente hasta el momento en que, por ejemplo, se pone de novia con otro.
Como segunda condición Freud sitúa el “amor por mujeres fáciles”. Esta condición es más frecuente encontrarla asociada a la primera que nombramos. La mujer pura y santa no ejerce atractivo alguno; sino sólo aquellas mujeres que son infieles (por eso se asocia a la primera condición) o incluso las prostitutas.
Aquí Freud hace una digresión interesante. Si bien en la primera condición encontramos un componente hostil, más bien de rivalidad con el tercero en cuestión, en esta última condición que les nombré, está relacionada íntimamente con la cuestión de los celos.
Los celos parecen ser una “necesidad” prácticamente para este tipo de hombres que aman bajo esta condición. Si hay celos, hay pasión. O sea es una manera de amor complicada… porque es justamente a partir de los celos que al mujer adquiere valor para él. Lo particular es que no se pone celoso del tercero en cuestión, digamos del marido de la amada, sino que la cela de hombres que ni siquiera ella tiene contacto.
Y, esto tiene también el matiz de que este hombre que ama en estas condiciones, no tiene interés en ser el marido de la amada. Se siente muy cómodo en ese lugar que le da el triángulo.
Luego, Freud nos dice que los siguientes dos ítems que tocará no tienen que ver con condiciones que se le exige al objeto de amor, sino a la conducta que toma el hombre hacia la mujer, como amada.
Así, en tercer lugar Freud dice que es característico de la “vida normal” que la mujer adquiera su valor para el hombre en tanto casta, casi virgen; y cualquier característica de “mujer liviana” la rebajará como mujer. Es por eso que Freud sitúa como una rasgo patológico la segunda condición de amor que nombré arriba.
Aman a estas mujeres de una manera “obsesiva” dirá Freud. Ponen todo su interés en ese objeto amado, puro, preciado; se «autoexigen» una fidelidad extrema. Y es un modelo que repetirán, haciendo de estas mujeres elegidas, una serie.
Además, Freud también señala que estos hombres pueden tener una tendencia a idealizar a la mujer amada, a veces hasta el punto de la idolatría. Esta idealización puede ser tan intensa que la mujer real puede quedar oscurecida por la imagen idealizada que el hombre ha creado en su mente.
Por último, Freud nos dice de esa particularidad que tiene algunos hombres respecto de su amada, de “rescatarla”. Suponiendo que eso es lo que ella quiere y necesita de él. Y la rescata entonces, no abandonándola.
En el siguiente post veremos qué nos dice Freud al respecto de este cuadro de situación que nos presentó. Pero antes de eso, es importante señalar que estas condiciones de amor no son universales ni absolutas. Son simplemente observaciones que Freud hizo en su práctica clínica y que pueden variar considerablemente de un individuo a otro. Además, estas condiciones pueden ser influenciadas por una multitud de factores, incluyendo la cultura, la educación, las experiencias de vida y las circunstancias individuales.