La cultura
La última vez terminé con esa deducción freudiana de que el «todo» feliz es un imposible, en tanto enfrentado el sujeto a las frustraciones con que la cultura lo confronta, se refugia el sujeto en la neurosis.
Y a esto debemos agregar la decepción. Porque si bien ha habido científicamente una evolución asombrosa en cuanto a la capacidad del ser humano de controlar la Naturaleza, por medio de la aplicación de todo tipo de instrumentos técnicos, el ser humano,aún así sospecha que tampoco eso lo hace más feliz.
Claro, dice Freud, que es fuente de una grata satisfacción poder comunicarse por teléfono con alguien muy querido y entrañable que está al otro lado del mundo. Digamos, no se trata de desmerecer esos adelantos científicos. O que la medicina hay hecho avances fundamentales para reducir la muerte infantil, y en la cura de enfermedades infecciosas. Eso no se desconoce, por supuesto. O bien, los avances para ampliar la «esperanza de vida» de los seres humanos.
Pero Freud dice que el «pesimista» diría: sí, todo muy bien, digno de aplausos, pero ese ser tan querido no se hubiera marchado si no existieran los medios de transporte que se inventaron, y no necesitaríamos el teléfono para escuchar su voz. O, de qué sirve reducir la mortalidad infantil si luego si esto luego lleva a ser máximamente prudentes a la hora de la procreación. Y ¿para qué tener una vida tan larga si está llena de miserias, escasa en felicidad, y tan repleta de padecimientos que al final la muerte termina siendo bien recibida?
Lo que no tiene lugar a dudas es que, dice Freud, no nos sentimos contentos y felices en nuestra cultura actual (espero se pueda leer la actualidad que tiene todo esto que Freud escribe aún en el siglo pasado) pero tampoco se puede decir que antes sí eran más felices…Esa nostalgia que tiñe la tan repetida frase de que «todo tiempo anterior fue mejor».
Esa apreciación tan conocida y que parece del todo objetiva, dice Freud que es en realidad de las mas subjetivas, porque la felicidad es subjetiva.
Si bien podemos horrorizarnos con cuestiones como la Guerra, la persecución a los judíos, etc, jamás podremos ponernos en la piel de esos seres, nos es imposible siquiera sospechar las penurias por las que han atravesado, etc. Porque al enfrentarse el ser humano con situaciones de sufrimiento extremos, cada uno tiene mecanismos psíquicos para protegerse, y de los más singulares.
Freud decide no continuar con este planteo porque con eso considera que ya no puede dar más frutos que esto.
Y propone comenzar con lo que es la esencia de nuestra cultura, esa cultura tan sometida a crítica en cuanto a la felicidad del ser humano se refiere.
Aún así, Freud tampoco pretende dar una fórmula cerrada sobre cuál es la esencia de la cultura, por lo que hoy terminaré con la definición que da Freud sobre la «cultura», esa definición que podemos encontrarla en ese ensayo anterior del que les he hablado «EL porvenir de una ilusión», a saber, que la cultura es la adición de instituciones y producciones que nos diferencian de los animales, y que tiene dos objetivos: nos permiten protegernos de la naturaleza y establecer vínculos entre los seres humanos.
FUENTE: FREUD, S. «El malestar en la cultura»