Un saber no sabido
La implicación subjetiva, como les comenté el post pasado se trata de un paso lógico en una cara que permita habilitar la dimensión del enigma, del sujeto del inconsciente. Que el sujeto e implique en su decir, esto es, que se implique en una dimensión desconocida: ahí tenemos la división del sujeto, el matema del sujeto barrado.
Esa intervención ya hiperconocida en el mundo del psicoanálisis es, ante la requisitoria de Dora, Freud le dice qué lugar ocupa ella en eso de lo que se queja. Claro que para poder decirle esto al paciente y que tenga el efecto esperado de implicación, tiene que ser enunciado dirigido a un sujeto en apertura, por decirlo de alguna manera…Si no se ha dejado al paciente explayarse en la afirmación de su verdad, corremos el riesgo que eso sea tomado por el Yo del paciente casi como una acusación.
Es por eso el valor que se le da a la posición del analista como garante de esa verdad, para luego poder intervenir implicando al sujeto en eso que no conoce…qué lugar ocupa en eso de lo que se viene a quejar…
Entonces, el valor de esa intervención será abrir la dimensión sobre lo que el sujeto mismo desconoce, lo no-sabido es en este sentido, enigmático.
Cuando esa operación fracasa, tenemos que tener en cuenta dos variables posibles de su fracaso:
1) ¿En qué momento se hace esa intervención?
2) ¿En qué lugar del «material» que tenemos?
Se trata de hacer un «cálculo» para intervenciones vinculadas a la entrada en análisis, ya que tiene que abrirse esa dimensión en la cual Dora, por ejemplo, desconoce su participación.
Se trata de abrir una posibilidad de que -habiéndose implicado- acceda a una verdad nueva, una verdad que se desconoce. Es ahí donde propiamente podemos hablar del inconsciente.
Si esa operación de implicación fue «bien hecha» (en el sentido de que el efecto fue el «esperado») esa suposición de saber se la deposita al Otro. El tema es que la verdad no la sabe ni el paciente ni el analista, sino que lo que ocurre es la dimensión de que esa verdad advendrá. Ese saber se deposita en el inconsciente, no en el analista.
Si el analista se identifica ese lugar de saber, no es psicoanálisis…es un lugar nefasto en el que el analista no debe caer, si no quiere hacer de su práctica el ejercicio de un poder…esto lo transmite muy bien Lacan en su escrito «La dirección de la cura y los principios de su poder», ya en 1958.
Lacan dice que el sujeto es una pregunta, un enigma, un S1, un significante que por sí solo no significa nada, es por eso que la estructura mínima es dirigirlo a un S2 (un saber) para poder así acceder a su verdad (que nunca es toda). En el análisis, para esa pregunta, habrá respuestas a advenir…
Si bien la causa de la división subjetiva se puede discutir en sus diferentes variantes, está hecha a partir de una intervención significante.
Seguiremos la próxima vez con más cuestiones relacionadas a la lógica de la cura.
FUENTE: Seminario Central de CITA, «La dirección de la cura y los principios de su pdoer», año 2003, La Plata, Argentina.