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A ras del inconsciente

Publicado por Betina Ganim

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La vez pasada les decía, respec to de la operación psicoanalítica, que ésta consiste en darle atención a esas emergencias de verdad que tenemos en la experiencia analítica, y a las que les damos el nombre de formaciones del inconsciente. Que el analista debe operar insertando estas emergencias de verdad en un discurso, por medio de la asociación libre.

Ya he hablado en este mismo blog sobe la asociación libre, de la que se suele pensar que se trata de hablar sin prestar atención a lo que se dice. Más o menos así tenemos de Freud esa indicación de «hable, sin pensar en lo que dice».

Siguiendo el planteo de Jacques-Alain Miller en su curso «Sutilezas analíticas», la asociación libre depende de un significante inicial al cual se le presta atención (y si no, para eso está la interpretación). Decimos que empieza por un significante: por ejemplo, un sueño, un fallido, un lapsus, un pensamiento, una palabra, algo que llama su atención y al que por supuesto se le da valor de verdad. A esto nos referimos con emergencias de verdad, a las formaciones del inconsciente que Freud nos enseñó a reconocer ya a principios del siglo XX.

Es entonces porque se le da valor de verdad a esas manifestaciones en un análisis que se pone en marcha la asociación libre. Es decir no hay asociación libre sin haber sido sancionado algo como emergencia de verdad. Esta asociación libre deberá ser «ayudada» por el analista para poder instaurarse en el discurso analítico, y que no sea solo un boa boa bla.

Podemos decirlo de otra manera: que es a través de la asociación libre que esas emergencias de verdad, esas formaciones del inconsciente se transforman en un discurso articulado. Freud mismo, como les decía, nos deslumbró a través de sus propias verificaciones: partiendo de una palabra rescatada por ejemplo del sueño de un paciente, surge una fábula particular que encuentra su sitio en ese dispositivo para ser desplegada. Esto habilita la sorpresa, sin dudas…

Jacques Lacan se mantuvo en este descubrimiento freudiano y sostuvo a principio de su enseñanza (1953) que ese discurso no es más que el inconsciente mismo, eso que él llamó discurso del Otro, concibiendo de esta manera al inconsciente como un discurso. Luego lo rebajó definiéndolo como un saber (los remito a posts anteriores)

El último Lacan, por decirlo de algún modo, apunta a sacudir esta cuestión, y nos ayuda a ubicar de manera diferente lo que ocurre en la experiencia analítica. Algo que nosotros conocemos en la práctica, al reconocer estas formaciones del inconsciente. Y las reconocemos en tanto emergen como distractores de la atención, porque irrumpen de manera sorpresiva en el discurso. Es que cuando emergen, no tienen sentido, acusándolas de insensatas o absurdas.

Si somos fieles a esas instancias fugaces, la operación analítica pareciera que juega contra el inconsciente, intentándole dares un sentido a eso que aparece primero como sin-sentido. Es por eso que se inscribe lo que Lacan da casi como un testimonio, aunque aparezca solo entre paréntesis: que si limpiamos el inconsciente de la atención que se le da a su alrededor, este es real. Como dice Miller: el inconsciente a ras de las formaciones del inconsciente.

FUENTE: MILLER, JACQUES-ALAIN. «SUTILEZAS ANALÍTICAS» ED. PAIDÓS