El Alzheimer y el psicoanálisis
Sabemos que la enfermedad de Alzheimer es una de las enfermedades que son cada vez más diagnosticadas; al menos en el sitio donde me toca inscribir mi práctica: España. En los países donde la esperanza de vida es mayor, también e mayor la cantidad de personas que padecen «deterioros cognitivos» que requieren mayores y mayores cuidados.
Sabemos lo que esto implica también para las familias de los afectados: posiciones que fluctúan desde el hacerse cargo de todas las necesidades que sus padres dependientes requieren, llegando al punto de tener que abandonar sus propias familias; hasta aquellos que no pueden soportar la enfermedad y dependencia total de sus padres, por lo que la respuesta en este caso es buscar ayuda por fuera del marco familiar, llevando a sus padres a residencias, asilos o centros de día.
Pero teniendo la experiencia de trabajar en uno de estos centros, también, y cada vez más refugiados en la noción de «crisis», no quieren pagar ya prácticamente por esto. Es decir, pretenden que sus padres tengan una atención como sea, pero no quieren pagar lo que corresponde por los servicios profesionales y asistenciales que se le prestaba a esos «usuarios».
Es que ¿quién quiere enfrentarse con la enfermedad y decadencia física y psíquica de sus padres, de aquellos que durante tantos años fueron una referencia?
Teniendo en cuenta una orientación psicoanalítica de la problemática del Alzheimer, y sin desconocer los pasos institucionales y el trabajo multidisciplinar que requiere el lugar donde trabajo, mi propuesta de trabajo se basa en los efectos de la práctica; de lo real que la clínica comporta.
El abordaje psicoanalítico del Alzheimer no implica psicoanalizar al paciente con esta patología en el sentido clásico del término. Sino que lo que aporta el psicoanálisis, más allá de la postura que aborda el cerebro como la causa orgánica de una dolencia subjetiva, es que el cuerpo afectado es justamente el escenario en el que actúa el efecto del encuentro de “la carne” con “lalengua”. Esas marcas, acontecimientos de cuerpo, no están en las neuronas. O al menos esta es otra manera de pensar el tema, no solo la estrictamente “orgánica”, neuronal.
Otro tipo de abordaje es el de la orientación psicoanalítica, que contempla la perspectiva del cuerpo. El cuerpo no solo como lo orgánico, sino que es un cuerpo que tiene su consistencia, que la tuvo, hubo un anudamiento, una solución particular respecto de la particular traumático.
Lo real del cuerpo, la disfunción neuronal y los efectos cognitivos que tiene en el sujeto, no quita la posición que cada uno tiene con eso.
Tenemos casos en el centro en los que abiertamente el paciente, con su palabra, con su propio lenguaje enuncia que no quiere saber nada de los recuerdos, por ejemplo, C. que dice que sus recuerdos “fueron tan buenos, que prefiero no recordar.” Esto si se le propone un trabajo de historización. Ella prefiere no historiar. Entonces, respetando su posición frente a lo que le pasa frente a lo real, trabajo con ella con otras “técnicas”, más prácticas, apostando a lo que hizo toda su vida, y aplicándolo a la actualidad, orientado a reorganizar su mundo simbólico.
Con otras pacientes pasa lo contrario: cada vez, la repetición de lo mismo, sorprendiéndose cada vez, con efectos transferenciales claros (relación con las terapeutas y el Centro), la ayudo a armar esa historia que se repite, de esta manera aparece lo nuevo y la sorpresa.
Escuchar la singularidad es la apuesta de abordaje desde el psicoanálisis, más allá de las técnicas y los estilos.