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El nombre propio

Publicado por Betina Ganim

J-A Miller en «Conferencias Porteñas», y hablando del «seminario inexistente de Lacan» (los remito a posts anteriores en este mismo blog) introduce la cuestión del nombre propio, ya que parece que en aquel seminario había un capítulo dedicado a este tema del nombre propio, tomado desde la lingüística y la lógica matemática, referencias en la enseñanza lacaniana.

En la lengua, sabemos que un nombre propio no se traduce, se escribe y se dice tal cual es, excepto en japonés donde la lengua tiene otro tipo de escritura. Pero es claro, el nombre propio no tiene un equivalente, por eso Miller sostiene que estamos al nivel del matema en esta cuestión; el nombre propio es como un matema.

Cuando hablamos del nombre propio nos preguntamos su referencia, de dónde viene. Porque si nos preguntamos sobre qué significa, eso ya es degradar el nombre propio a un nombre común.

Claro que los nombres propios connotan alguna otra cosa. En Argentina los apellidos nos llevan a nuestros orígenes: que si italiano, libanés, Vasco, gallego, francés, etc. Cuando hablamos de nombre propio la cuestión recae más bien en el apellido. Hay que tener en cuenta que en francés decimos Nom…(prénom es el nombre) pero cuadno hablamos del Nombre del Padre nos referimos al Nom, no al prénom.

Pero bien, ya sea en francés o en castellano, al hablar del nombre propio nos referimos al conjunto del nombre y al apellido.

Que los nombres propios no signifiquen nada, sino que más bien refieren algo, lo tenemos en la lógica de Frege, quien diferencia función de argumento, por lo que en el lugra del nombre propio aparece un agujero en la frase y se pone una función con el resto.

Así, si hablamos de la función fálica, decimos F(x), F de x. Lo mismo que decir que x responde a la función F, o que tiene la propiedad F. Ese agujero en la frase que sugiere la desaparición del nombre propio, implica que puede ser reemplazado, que x es sustituible, pero F no. Lo que nos encontramos en la clínica es que por ejemplo los fantasmas son insustituibles.

La cuestión es distinguir en principio el concepto o la función, F(x), por ejemplo «Reina de España». Ahora bien, ésta es la vertiente del concepto, pero está también la vertiente existencial, lo que implicaría que a la fórmula «Reina de España» hay que agregarle la fórmula de «No existe un elemento que responda a esa descripción».

Entonces, lógicamente, la solución sería la disyunción entre la definición del concepto -la intensión- y la extensión del mismo.

Respecto de esto me parece interesante para terminar, la aclaración que hace Miller de «intensión» y extensión» cuando Lacan habla del psicoanálisis. Es como que en algunos ámbitos se ha proliferado el «vicio» de creer que «intensión» significa «magnífico» y extensión significa «de baja calidad» (hablando del planteo lacaniano de psicoanálisis en intensión y en extensión) Para nada es así; cuando hablamos de «intensión» hablamos de la definición de un concepto, es decir, en psicoanálisis sería la definición del psicoanalista. Y extensión es lo que va debajo de eso, podríamos decir, los psicoanalistas que existen en el mundo y los aparatos con los que cuentan para organizarse».

Hasta con este planteo del nombre propio.

nombre propio

MILLER, J-A. «Conferencias Porteñas» Tomo 2. Ed. Paidós