El otro y el gran Otro
Es claro que hay toda una posición ética y por ende clínica respecto de los fenómenos entendidos con el modelo estímulo-respuesta (conductivo-cognitivismo), basado en que al organismo le bajan los niveles de no sé qué cosa y entonces está adaptado ya como organismo a ejercer una acción tendiente a satisfacer una determinada necesidad. Y lo verificamos desde la ameba…
Pero Lacan se toma el trabajo de inventar el «grafo del deseo» del que les comenté algo el post anterior(por remito a él) para decir que nada de esto sucede en el ser humano.
Porque del lado del propio sujeto no le queda más remedio que demandar. En otras palabras: poner un significante allí donde hay una necesidad orgánica, y sea lo que sea que el organismo pide, ya por el hecho de enunciarlo, y pedirlo a Otro, ya estamos hablamos de demanda, que está más allá de la necesidad orgánica.
Entonces decir “demanda” ya es esta catástrofe, es deseo. Porque lo que supuestamente pido, demando, no es lo que realmente quiero…en esa brecha Lacan ubica al deseo.
Por ejemplo, retomo los dichos de una paciente: “(…)Es que eso que le pido no es en realidad lo que quiero, y eso que me da, no es lo que le pido, aunque realmente, no sé lo que le pido…”
Se trata de un ejemplo que en sus variantes siempre se escucha en los análisis, con esa misma estructura: que cuando uno pide no sabe si es eso lo que quiere, y el otro interpreta otra cosa, y ahí empieza el lío.
Es ese malentendido estructural lo que nos indica el lugar del deseo, tanto del lado del sujeto, como del lado del Otro, porque el Otro también va a recibir eso, va a recibir lo que se le demanda, pero siempre va a poner un plus. Porque no se trata del «otro», sino de un «Otro»; y el Otro también está habitado por un deseo. Ese es el problema…
Entonces tenemos en el grafo, como punto inicial, por decirlo de algún modo, esa intención (de deseo) que se cruza con el hecho de que tiene que el sujeto tiene que hacer uso del significante, que está marcado por el significante.
Y Lacan insiste en que este Otro no es el otro imaginario, ni tiene nada que ver con el plano de amor-odio posible de esa figura.
Para entender esa noción de Otro con mayúsculas hay que pensarlo como sede del lenguaje a ase Otro.
Por eso se llama gran Otro y por eso Lacan llamaba después a la madre siempre con una A mayúscula para decir que lo importante es que hable, lo demás es secundario.Es decir, lo demás tendrá que ver con el registro imaginario en el que sitúa el otro.
Por ejemplo, del lado del amor, el niño podrá decirle a la madre «¡ay, mami, cómo te quiero, estás tan guapa hoy!» Se trata del objeto imaginario madre, en tanto uno de los objetos de deseo. Plano imaginario. Hablo y ubico como «yo»(a) el que habla y hablo de tú: mamá, objeto imaginario(a»)
Pero eso no tiene nada que ver con la madre cuando digo sede del lugar al que van a ir a parar mis demandas. La madre como Otro.
Del lado del odio, otro ejemplo: «esta vieja mala que es una pesada y no la soporto más» Eso es un objeto imaginario igual que el otro.
En cambio, otra dimensión es cuando escuchamos por ejemplo: “nunca olvidaré cuando mi madre me dijo: vos no vas a servir para nada. Si seguís así, no te vas a casar nunca.”
Y tenemos entonces todo ese plano de la demanda, ¿qué querrá para conmigo? ¿me quiso, no me quiso? El valor indescriptible de ciertas frases la sitúan como Otro con mayúscula. ¿Se capta esta diferencia elemental? Seguiremos la próxima.