El Síntoma
El síntoma representa lo que no se dice, es el lenguaje del cuerpo que hay que saber escuchar.
Según Freud, un síntoma sería la sustitución de la expectativa de la satisfacción de un impulso instintivo, como resultado de la represión del yo, muchas veces obligado por el Superyo.
El yo quita la carga instintiva de la representación que reprime y hace que la idea de este impulso quede en el inconsciente.
Existe una disposición a la angustia proveniente de afectos muy primitivos, esta angustia no es nueva, sino que es la reproducción de una huella mnémica que existía anteriormente; porque las emociones se encuentran integrados en la psique provenientes de hechos traumáticos arcaicos que se actualizan simbólicamente en situaciones similares.
El nacimiento es considerado según esta teoría como la primer experiencia traumática generadora de angustia, sin olvidar que el símbolo afectivo constituye un imperativo biológico ante una situación de peligro.
La represión puede surgir de dos hechos diferentes: frente a una percepción que genera un impulso instintivo que no se desea y cuando emerge desde el interior sin estímulo externo.
El síntoma aparece cuando al impulso instintivo lo bloquea la represión. Sin embargo, a pesar de la represión, este impulso puede encontrar un sustitutivo que no proporciona ningún placer y adquiere un carácter compulsivo.
Este proceso sustitutivo, puede ver obstaculizada su descarga por medio de la acción y entonces es obligada a agotarse produciendo alteraciones en el cuerpo.
La lucha para defenderse del impulso instintivo que no se desea, finaliza con la formación de síntomas, que ponen en evidencia las transacciones entre la necesidad de satisfacción y la necesidad de castigo.
De esta manera se produce una adaptación al síntoma que sirve como impedimento de la función que el sujeto teme enfrentar, volviéndose cada vez más importante al yo que ha conocido sus ventajas.
En las neurosis obsesiva y la paranoia los síntomas tienen gran valor para el yo, no tanto porque sean ventajosos sino porque le proporcionan una satisfacción narcisista a la que no pueden acceder de otro modo. Los síntomas halagan su ego; por ejemplo, los obsesivos pueden creer que son mejores que los demás por su moral intachable, en tanto que los paranoicos con sus delirios pueden percibir abierto un campo de acción más amplio insustituible.
Estos son los beneficios secundarios de la neurosis. El yo trata de lograr la paz incorporando al síntoma en su totalidad pero el síntoma es el perturbador porque es el encargado de renovar las exigencias de satisfacción de los instintos, obligando al yo a sentir displacer y a defenderse con el síntoma, formándose así un círculo vicioso.
Freud afirma que la mayoría de las fobias provienen del miedo a la castración ante las exigencias instintivas. Lo primario es la disposición del yo a la angustia o sea que es la angustia la que produce la represión y no al revés.
La angustia también puede ser efecto de ciertas prácticas sexuales, como el coito interrumpido, la frustración de la excitación, que puede haber sido detenida o desviada; y la obligación de la abstinencia.
Fuente: Obras Completas de Sigmund Freud, Tomo III, “Inhibición, Síntoma y Angustia”, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 1973.