Síntoma y Angustia
Mi idea es siempre, en este blog como en otro cualquier ámbito de transmisión o formación- transmitir el psicoanálisis responsablemente.
Esto es, entendiendo la época. Como analistas entendemos la época a partir de lo que recibimos en la clínica, en la práctica con los pacientes. Siempre partimos de esa práctica; la teoría que tenemos es referida a esa práctica.
Un rasgo de la época es el que sitúa al hombre contemporáneo como un hombre angustiado. La angustia como lo que comanda el mundo, según comenta J-A Miller. Se rescata una frase de Lacan: el objeto a en el cenit social, el punto más alto adonde llega el sol; como un nuevo astro artificial. Lacan lo llama objeto a, pero la traducción clínica más inmediata es la angustia.
La práctica y el pensamiento de Freud le dio mucha importancia a ese afecto que es la angustia; pero también es cierto que hay que ver más allá de esos esfuerzos de Freud, en relación a cuánto partido se le pudo sacar al qué hacer con la angustia.
Como anlaistas tenemos que responder a la angustia, y se trata de una respuesta que no puede ser cualquiera.
Voy a tratar de hacer algunas demostraciones que muchas veces forman parte de lo obvio, pero que tenemos que preguntarnos, por ejemplo, ¿qué justificaría que haya una clínica psicoanalítica de la angustia?¿Qué justificaría que esa respuesta sea diferente? Es que habría una convicción de que la angustia tiene que ver con algo de lo que nos interesa en psicoanálisis: resolver el deseo. ¿Qué tiene que ver la angustia con el deseo? Porque más bien una persona angustiada parece no desear. Veremos cómo el psicoanálisis se sirve de la angustia para progresar en relación al deseo de alguien.
La época, decía, nos presiona a pensar nuevos modos de responder a la angustia.
Lo más clásico, lo más establecido nos va a dar la posibilidad de pensar otras cosas; es decir, el inconsciente, el deseo, el Nombre del Padre son conceptos quenos permitirán pensar otras cosas.
Nuestro punto de partida será entonces el punto de partida de Lacan, que es lo más elemental. No da nada por hecho. La tesis del Seminario sería ¿Qué relación tiene la angustia con el deseo del Otro? No es nada obvia esta pregunta.
Siempre hemos estudiado que la clínica psicoanalítica es una clínica del síntoma. Que las entrevistas preliminares son una puesta en forma del síntoma; el material, la llave del inconsciente, del sujeto del inconsciente. Y la convicción freudiana es que esos síntomas articulan un deseo no formulado a la conciencia. Entonces, ese sentido es el que siempre le hemos dado a la expresión “el deseo es el deseo del Otro”. Expresión con más de una lectura. Pero si ubicamos al inconsciente en el lugar del Otro, el deseo nace, parte, corresponde, se articula en otra instancia, que no es la del yo ni de la conciencia.
Es cierto que la clínica del síntoma no es una clínica de la angustia; todo lo contrario. El analizante, en tanto sujeto del inconsciente puede quejarse, estar insatisfecho; pero insatisfacción no es angustia. La clínica del síntoma es en relación a la insatisfacción, porque el análisis pone al rojo vivo el deseo inconsciente. Y el deseo inconsciente en sus sucesivos desciframientos, siempre queda como deseo de otra cosa: insatisfacción. Que es a la vez lo que el analista utiliza para el trabajo analítico.
Pero desde la perspectiva de la angustia, esta manera de entender el deseo como deseo del Otro, Lacan no lo entiende como sujeto del inconsciente ni como insatisfacción, sino como angustia. La relación de la angustia con el deseo no es en relación al sujeto del inconsciente.
La caricatura del analista lacaniano es pedir asociación con cualquier cosa. La cuestión es que eso tiene que ver con las formaciones del inconsciente. Pero si hay angustia, ¿hay que hacer asociar libremente al paciente?
FUENTE: DAMIANO, J.M. Seminario «Lógica de la cura: responder a la angustia» (Inédito) La Plata, 2006