Neutralidad
De la misma manera que la técnica en psicoanálisis se deshizo de la cuestión de la sugestión -que implica una influencia deliberada, un ejercicio del poder sobre el paciente- el psicoanálisis y su técnica fue de a poco abocánsode a la cuestión de la neutralidad.
A grandes rasgos, decimos que la neutralidad tiene que ver con la posición del analista en el tratamiento con un paciente. En la dirección de una cura, el analista tiene que ser neutral (paga con su juicio íntimo, dice Lacan).
El analista no debe emitir juicios sobre los valores morales, ideales religiosos o de cualquier otro tipo, que tenga un pacaciente.
El analista debe abstenerse de dar consejos.
La neutralidad implica también la cuestión transferencial. El analista debe ser neutral en la transferencia.
Y, para terminar de definir un poco esta «neutralidad», el analista debe ser neutral en cuanto a los dichos del paciente; es decir, debe escuchar atentamente el discurso del paciente. A mí me gusta decir que el analista en esa «atención flotante» de la que nos habla Freud, debe escuchar la enunciación, lo que el paciente dice sin decir, lo que corre por debajo de la línea de los dichos y los hechos que cuenta un paciente en la sesión.
Es de esa única manera que aparezca el sujeto del inconsciente…
Pero volviendo al concepto de «neutralidad», Freud en sus «Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico» (1912) denuncia esa actitud del analista que da consejos, esa necesidad que tiene algunos de educar a sus pacientes; es más, hasta dice que es contraindicado dar directivas acerca de lo que el paciente tiene que hablar en cada sesión.
Un año más tarde, Freud respecto de la transferencia nos dice que para que este fenómeno se instale tiene que existir neutralidad de parte del analista. En su texto «La iniciación del tratamiento» dice que no hay que mostrarse comprensivo y simpático con el paciente; ni tampoco actuar de guía moral, o como el representante de otro, hablar en nombre de otro…
Esta es una indicación técnica que vemos en Freud y retomamos con Lacan en su crítica a la escuela anglosajona fundamentalmente. Estos postfreudianos tomaron una parte d ela obra de Freud y la hicieron bandera: el Yo es lo importante, entonces hay que agrandarlo, engrosarlo, fortalecerlo… Es casi como hacer existir la promesa de felicidad.
Con Lacan sostenemos que jamás se podrá esperar de un analista la promesa de felicidad.
Este concepto de «neutralidad» aún hoy en día suele ser centro de discusiones y debates. Y está bien que así lo sea.
Y no se trata de que para ser neutral no hay que hablar ni decir nada…esa es una buena caricatura del analista.
En psicoanálisis se puede discutir mucho este concepto, que sí o que no «neutralidad»; lo cierto es que hay «caso por caso», no podemos hacer técnica «para todos». Porque hay singularidades que necesitan en ciertos momentos de menos neutralidad y más actividad del analista. Con lacan la técnica la tenemos con la interpretación, y la interpretación es con la ocasión...
La cuestión es la ética que sostiene esa práctica.