Psicología

¿Por qué viajar solo?

Publicado por Lic. Maria V.

Antiguamente y de manera amplia a lo largo de la cultura popular, el viaje iniciático era considerado un rito de pasaje, un suceso o vivencia que le permitía al protagonista conocer características de sí mismo que no eran concientes hasta el momento y además, por tener que desenvolverse solo frente a situaciones nuevas, lo transformaba.

A través de la literatura: la Odisea, de Homero y Don Quijote, de Cervantes, entre otros, se plantea al viaje como un proceso de descubrimiento, aventuras y transformación de la realidad pero, por sobre todo, del viajero.

James Joyce adaptó esa odisea, a un contexto mas cotidiano en su Ulises. Y además, el modo de escritura que alude al fluir de pensamientos del protagonista, es un indicio de cómo en soledad, los pensamientos tienden a tener rienda suelta. Factor que, de darse el terreno propicio, facilitaría la introspección.

De esta forma entendemos que este descubrimiento, este desafío, puede realizarse en cualquier parte, siempre que decidamos que esa sea su función: cambiarnos, marcar un antes y un después en nuestro recorrido.

Julio Cesar tomó una decisión determinante al cruzar el Rubicón; ya que esto implicaba romper con una prohibición del Senado romano, que declaraba sacrílego y parricida a todo el que lo cruzara.

Él decidió cruzarlo igual, en su meta de conquista, aunque se arriesgara a la muerte y este acto significara la declaración de una guerra civil.

La frase que en este momento pronunció fue “La suerte está echada”, y dio la orden de cruzarlo.

Salvando las distancias, este hecho simboliza decisiones en las que nos enfrentamos, donde perdemos la tranquilidad de lo conocido y nos lanzamos hacia consecuencias que no podemos anticipar.

Para el Psicoanálisis, estos acontecimientos representan el mayor temor del obsesivo, porque en su armado subjetivo, necesita tener todo lo más programado y anticipado posible. El riesgo real de este tipo de acontecimientos libera la mayor angustia.

En mayor o menor medida, a todos nos despierta gran desconcierto el “No Saber”, y el Acto como tal cobra aquí toda su dimensión. Aunque no sepamos, asumir el riesgo de todas maneras es lo que nos transforma.

En las tribus primitivas los pasajes de una etapa a otra se realizaban mediante ritos, muchas veces crueles, o desafíos de gran dificultad que el participante debía vencer para poder realizar tal pasaje.

Actualmente, la sociedad ha cambiado en cuanto a los ritos. Muchas veces de manera positiva, al haberse desprendido de ritos peligrosos e innecesarios, pero en otros casos este vacío simbólico produce una dificultad para el desarrollo subjetivo y el autoconocimiento.

El viaje en solitario es una oportunidad de revivir ciertos ritos que sí tenían una función psicológica importante.

Anteriormente, los viajes tenían características diferentes. La comunicación y el transporte eran precarios y cada vez que alguien se disponía a viajar se enfrentaba a muchos riesgos, quedando con pocas posibilidades de seguir en contacto con familiares o aquello que dejaba atrás. De modo que esta experiencia de desapego extrema producía sin duda un cambio drástico, probablemente un antes y un después del sujeto que lo emprendía.

Hoy por hoy, con los avances en la comunicación los viajes nos permiten mantenernos comunicados a toda hora, incluso vernos con personas en la otra punta del mundo. Y gracias al desarrollo en los transportes, la velocidad y frecuencia del viajar se han incrementado.

Esto facilita en gran medida la posibilidad de viajar pero a la vez, dificulta la realización de un viaje iniciático del tipo mencionado anteriormente.

La manera de poder llevar a cabo algo similar es viajando solo y tomando dicha experiencia con la intención de producir un cambio en la forma en que venimos viviendo hasta el momento.

Desde la organización previa, todo el proceso de un viaje solo es diferente. Pensar el lugar, donde quedarse, cuanto tiempo y qué cosas hacer, cuando uno está solo nos enfrenta con nuestras decisiones y nos ayuda a conocerlas más en profundidad.

Es llamativo cómo al estar constantemente rodeados de gente nos amoldamos en gran medida a otros gustos, otras formas, y muchas veces dejamos de lado qué es lo que realmente elegiríamos.

Planear un viaje solos nos enfrenta a una página en blanco. No tener a nadie que nos acompañe o nos proporcione ese sentimiento de seguridad puede generar ansiedad, pero finalmente se traduce en mayor autoconocimiento y confianza.

No cualquier “viaje solo” tiene la dimensión de un viaje iniciático, pero potencialmente es la oportunidad de vivir una experiencia transformadora.

Experimentarlo por lo menos una vez en la vida, es la oportunidad de desafiar lo que conocemos del mundo y de nosotros mismos.