Psicología

Restos

Publicado por Betina Ganim

Lacan propone en su «Proposición del 9 octubre de 1967» algo sobre el «pase» que Miller luego retoma para reflexionar sobre la particularidad de este dispositivo fundado por Lacan. En este sentido, es importante recordar que el pase es una invención de Lacan que se refiere a la transmisión de la experiencia analítica de un analizante a un analista. Este proceso se realiza a través de una serie de entrevistas en las que el analizante relata su experiencia de análisis a un analista que no es su analista habitual.

Si bien, como dice Lacan allí, el pase tiene cierto «aire» de «totalidad», de cierre, de Todo, con sus elaboraciones posteriores respecto del «goce», será del orden del «No Todo». En esta lectura última de Lacan, todo lo que tenga que ver con la verdad y el saber como cuestiones iluminadoras, va a ser reducido a una «elucubración» respecto del saber, y a una «verdad mentirosa».

Esta nueva lectura permitirá establecer una separación entre lo que es del orden de lo real y lo que tiene que ver con los semblantes («hechos» de imaginario-simbólico). Esta separación es fundamental para entender la propuesta de Lacan, ya que permite distinguir entre lo que es del orden de lo simbólico y lo que es del orden de lo real. Lo simbólico se refiere a las estructuras de lenguaje y significado que utilizamos para dar sentido a nuestra experiencia, mientras que lo real se refiere a aquello que escapa a nuestra capacidad de representación y significación.

También, hacia el final de la enseñanza de Lacan, todo lo que tenía que ver con el sentido que aportaba la interpretación, será reducido al «sin sentido». Esto está expresado por ejemplo cuando Lacan habla de la opacidad del síntoma, en relación a ese goce que lo habita: si el goce del síntoma es opaco es porque es un sin sentido.

Miller, siguiendo esta orientación, plantea que tener el ideal de que al final de un análisis lo que se produce es una desaparición total de los síntomas, no tiene sentido. En este punto, Miller coincide con Lacan en que el análisis no tiene como objetivo la eliminación total de los síntomas, sino más bien su transformación. Los síntomas no son vistos como algo a eliminar, sino como signos de algo que está en juego en el sujeto y que necesita ser trabajado en el análisis.

Y retoma las preguntas que se formula Freud en 1937 en su texto «Análisis terminable e interminable», acerca de, en principio, qué entendemos como «fin de análisis». Aquí Freud ensaya varios sentidos de esta misma pregunta: el análisis termina cuando analizante y analista ya no se ven más en la consulta. Sí, pero para que sea un final de análisis y no solo una simple interrupción del tratamiento, debe haber al menos dos condiciones. Una, efectos terapéuticos rápidos que se traducen en un alivio de la angustia y ala superación d ealgunas inhibiciones o síntomas. Por otra lado, por un efecto de interpretación tal que se le de sentidos a todos su síntomas; es decir, como efecto de «hacer conciente lo inconsciente» mediante un trabajo contra las «resistencias» (¿de quién?, es lo que no está claro cuando se habla de «resistencias en un análisis»…) Esta última condición expresa el trabajo que operaba la terapia psicoanalítica en un momento (en función de la concepción de síntoma que se tenía de referencia, claro está. Y el pasado es relativo, se sigue sosteniendo sin dudas este tipo de práctica)

Pero Freud mismo no cree que ese trabajo termine con la opacidad del síntoma, con su goce. Es así que se interroga sobre si el final de un análisis tiene que ver con dominar la satisfacción pulsional. Categórico, Freud dice que NO. Que el psicoanálisis no nos inmuniza contra síntomas posteriores, contra futuros azares, acontecimientos. Es imposible esto, e indeseable, dice Freud.

Es ese resto de opacidad inextinguible que lleva a Freud a hablar de la pulsión de muerte, que a su vez le sirve para plantear lo interminable de un análisis. Los «restos sintomáticos», plantea Miller.

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Esta teoría freudiana es luego reanimada por Lacan con su orientación a lo real. Y dice en su Seminario sobre «El Sinthome» que si la práctica psicoanalítica está orientada por lo real, no hay un progreso lineal, evolutivo, sino que en un análisis se trabaja en círculos. Trozos de real a partir de los cuales se construyen historias. Y la marca, el «estigma» de ese real es no enlazarse a nada. En este sentido, Lacan propone una concepción del análisis que se aleja de la idea de un progreso lineal y evolutivo, y se acerca más a la idea de un trabajo en círculos, en el que se van construyendo historias a partir de trozos de real. Esta concepción del análisis implica una revalorización de lo singular y de lo irreductible de cada análisis, y pone en cuestión la idea de un final de análisis como un estado de curación o de eliminación total de los síntomas.

FUENTE: SCILICET «Semblantes y sinthome»