Psicología de la Comunicación
La comunicación en un grupo tiene dificultades, por causas emocionales y personales.
Casi todas las tareas humanas, como la educación, el trabajo y hasta la psicoterapia, logran mejores resultados en grupo que en forma individual.
Sin embargo es habitual que todo grupo humano tropiece con problemas de comunicación debido principalmente al efecto emocional y personal que a toda persona le produce la interrelación.
Cada individuo adopta una forma de comportamiento única cuando se encuentra en una situación de grupo, que puede ser eficaz o no en cuanto al cumplimiento de los objetivos de ese grupo.
Es importante saber que en estos casos existen técnicas muy eficaces para facilitar las decisiones, resolver problemas y lograr resultados.
Todo grupo es más efectivo si la mayoría de los participantes están plenamente identificados con las actividades que emprende.
La cantidad de miembros deberá ser óptima, es decir, ni tan grande que no haga posible la participación de todos, ni tan pequeño que no permita contar con la presencia de gente experimentada; por lo que se considera un límite máximo de 25 personas y de 8 como mínimo, como lo más adecuado, si los participantes están adiestrados.
En todo grupo, romper el hielo e iniciar un modo de comunicación amistosa reduce la posibilidad de centrarse en los problemas interpersonales y dejar de lado los objetivos.
La acción democrática es la más eficaz para resolver las dificultades de funcionamiento de un grupo, y la participación ejecutiva de todos los miembros de acuerdo a sus características personales mejora notablemente la evolución individual y grupal.
La formulación de los objetivos, incrementa el sentimiento de pertenencia al grupo y centraliza la acción hacia la toma de decisiones.
Prestar atención a la dinámica del grupo permite detectar no sólo lo que se dice sino también cómo se lo dice y cómo reaccionan los demás.
El mejor modo de saber si un grupo evoluciona es detectando cómo evolucionan sus objetivos y actividades.
Si los grupos tienen un liderazgo demasiado “fuerte”, esta característica impedirá la actuación participativa de todos los miembros.
Un líder autocrático puede tener motivos encubiertos, bajo una máscara de espontaneidad, que suelen ser notados por los demás miembros y provocar reacciones.
En un grupo de características democráticas, ninguno de los miembros deberá ocupar un lugar de privilegio, debiendose evitar las diferencias entre los participantes que pueden intimidar a los demás; por lo que resulta conveniente una disposición de los miembros en forma circular.
Utilizar los nombres de pila, dando muestras de informalidad, dentro de un clima permisivo, es una buena decisión para aflojar tensiones, aunque se trate de personas de distinto rango; y otorga una sensación de igualdad, evitando impedir las inhibiciones que producen las diferencias jerárquicas.
Los integrantes de un grupo deben acostumbrarse a anotar sus ideas para organizar sus pensamientos antes de exponerlos y un buen participante ayuda y se deja ayudar.
Una buena idea es dedicarle la primera sesión a la presentación mutua porque saber algo de los demás puede incentivar el interés por cada miembro como individuo y al conocerse mejor evitar la intimidación.
La forma de reaccionar en un grupo está determinada por la personalidad de cada uno, sus necesidades, el modo en que es tratado y la manera de cómo percibe su relación con los demás.
Cada persona manifestará sus mecanismos de defensa cuando se sienta rechazado, criticado o ignorado y tenderá a hacerse una idea de cómo es el grupo según como es él y no como el grupo realmente es.
Toda persona necesita sentir aprobación, aceptación, reconocimiento, atención y tener la sensación de sentirse valorada y útil, y en los grupos debe dedicarse atención a la satisfacción de tales necesidades.
La madurez social está dada por la capacidad de relacionarse satisfactoriamente con otros y esta posibilidad es la que ampliará las perspectivas individuales y enriquecerá el desarrollo social.
Nuestras experiencias sociales previas y la necesidad de conservar la autoestima atentan contra una buena relación interpersonal en un grupo; y la necesidad de aprobación nos obliga a ser amables, agradables y estimados, pero nos quita autenticidad y franqueza, actitudes promovidas por la idea equivocada de que llevarse bien con la gente implica adulaciones o servilismos.