Sigue al líder
Cada vez, las organizaciones apuestan por el trabajo en equipo porque es mucho más afectivo por diversas razones: es más enriquecedor, se alcanzan soluciones más creativas, aporta diferentes perspectivas, incluso, aumenta el grado de compromiso de los miembros que lo forman en tanto en cuanto el trabajo de unos repercute en el de los demás.
Sin embargo, la gestión de un equipo no siempre es fácil. Precisa de mucha mano izquierda para evitar fracturas, mal clima y, por tanto, la disminución de la productividad global del grupo. La persona que dirija o coordine un equipo tendrá que ser una referencia, un consejero, una persona a la que se pueda recurrir, en suma, un líder. Más concretamente, un buen líder.
Un liderazgo efectivo no se limita a una obediencia mecánica sino que la influencia escala un peldaño más. En ocasiones, busca la persuasión, sin perjuicio de los intereses individuales de cada uno, y siempre co la finalidad de conseguir un objetivo compartido. Se fomenta la cooperación siempre en un ambiente de acogida, democrático, donde se impulsen las capacidades de todas las personas del grupo en lugar de someterlas.
El buen líder se caracteriza por ser firme a la vez que flexible cuando la ocasión lo precisa. Es carismático e inspira a los demás con sus actos y su modo de funcionar. Se preocupa por estimular intelectualmente a los miembros del grupo, ayudándoles a explorar nuevos horizontes proponiéndoles retos. Al mismo tiempo, se interesa por cada individuo y de sus circunstancias de manera personal. Se decanta por enviar mensajes positivos y las críticas son de índole constructiva.
Personalmente, el líder ha de ser una persona íntegra moralmente, provista de un bagaje de valores que le hagan ser percibido como merecedor de confianza y de asumir responsabilidades. Por lo tanto, se abstiene de mentir o de ocultar información relevante. Tampoco elude su parte del trabajo delegándola o sobrecargando a otros. Además, destaca por sus habilidades comunicativas tanto produciendo mensajes como realizando una escucha activa. Es importante que las personas del equipo se sientan libres de acercarse al líder y éste de estar disponible. No se deja llevar por los impulsos y reflexiona antes de actuar. Analiza en profundidad las situaciones para disponer de la máxima información en la toma de decisiones. Es resuelto y audaz porque se siente seguro de sí mismo y no le asusta equivocarse.
El sistema de recompensas para la fidelización han de ser tomadas en cuenta y justamente distribuídas. Pueden ser de carácter económico, pero no menos importantes y motivadoras son las de reconocimiento de la labor. Así, el líder ha de gestionar los incentivos y los refuerzos como un factor más de la gestión del grupo.
Quizás estemos dibujando un panorama utópico para algunos, pero la experiencia del ejercicio de un liderazgo eficaz da lugar a resultados productivos, ventajosos tanto la organización en general como los miembros en particular. Centrémonos en buscar lo mejor para nosotros mismos y para los demás, una vez más. Todos podemos convertirnos en líderes. Necesitaremos marcarnos pequeños objetivos encaminados a hacernos encajar en el perfil del buen líder y esforzarnos en alcanzarlos superando nuestras limitaciones.