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El Origen de las Normas Morales

Publicado por Malena

Origen de las Normas Morales

Las normas morales son naturales.

Me sorprendió escuchar ayer en un programa periódístico televisivo, a un periodista diciendo que algunos sucesos aberrantes que ocurren en la realidad; además de otros hechos históricos que mencionó sobre matanzas masivas de niños recién nacidos producidas por sus propios padres, en ciertas sociedades, en circunstancias de crisis o hambrunas; lo hacen dudar sobre si el origen de la moral en el hombre es innato o si se trata de normas adquiridas por la cultura.

¿El amor a los hijos es una capacidad instintiva en el hombre o es algo aprendido y transmitido por la cultura? ¿El hombre es bueno por naturaleza o está obligado a portarse bien por temor a la sanción de la justicia?

Con respecto a este tema, Vitus B. Dröscher, autor del libro “Calor de Hogar” sobre cómo resuelven los animales sus problemas familiares, nos aporta mucha claridad a los cuestionamientos sobre cuál es el origen del amor paterno y materno en los animales, y cómo hacen para ser buenos padres y cumplir sus roles adecuadamente para asegurar la supervivencia de sus crías, aún cuando la paternidad en los animales no humanos sea instintiva y no elegida.

A la luz de las últimas investigaciones científicas sobre las leyes de la reproducción de los animales, su comportamiento en el nido, cómo cuidan a su prole, y hasta dónde llega el instinto materno para protegerla, Dröscher llega a conclusiones que podrían indicar una posible salida a la crisisi familiar que sufre la humanidad en estos tiempos.

Una pacífica cebra puede llegar a atacar fieramente a una leona para vengar la muerte de una de sus crías y una madre jabalí se atreve a dar un salto increíble para sortear una cerca que atravesaron imprudentemente sus crías, por un lugar por donde ella no podía pasar.

Dos grupos de huevos en dos incubadoras diferentes, sometidos al sonido de músicas distintas, pudieron reconocerla al salir del cascarón y acercarse a la gallina de pelluche asociada a ese sonido específico.

El hombre es parte de la naturaleza y pertenece al reino animal, sin embargo Dröscher observa cómo en el mundo actual los lazos familiares humanos parecen haberse perdido.

El lazo natural entre madre e hijo parece no existir, la falta de sentimientos y la indiferencia destruyen la unión familiar provocando en los jóvenes angustia y ansiedad que se traducen en sentimientos de frustración y depresión o exceso de agresividad.

Muchos padres, obnubilados por la intelectualidad o la ambición, dejan de percibir sus instintos naturales y dejan de cumplir su rol, alejándose de sus hijos.

Dröscher propone que las necesidades psicológicas de esta época se podrían satisfacer si los padres volvieran a mantener el calor de hogar que los hijos tanto necesitan.

Los animales viven en un mundo cerrado atados a los instintos. Su conducta está condicionada por sus impulsos.

El hombre es un ser libre, puede superar sus instintos y reflexionar sobre sus actos; pero la sociedad en que vive, que tiene una realidad propia, lo condiciona a adoptar comportamientos contrarios a su naturaleza que pueden llegar a traducirse en conductas aberrantes que lo llevan a priorizar otros valores no humanos por sobre el amor natural a la familia.

No es la sociedad en que vivimos la que nos proporciona las normas morales, sino que es la cultura que adquirimos la que nos priva de ellas.

La vida de los animales nos muestras claramente lo bien que cuidan a sus crías y cómo aquellas que no reciben la influencia materna cuando nacen adoptan al crecer conductas perversas y erráticas, llegando a morir por no haber aprendido durante sus primeros días de vida lo necesario para sobrevivir.

Del mismo modo, la prole una vez que ha crecido lo suficiente como para ser independiente es arrojada del nido para que se procure sus propios alimentos y se reproduzca, según la ley natural.

Es de esta forma como la vida de los animales nos revelan que las normas morales tienen su origen en la naturaleza.

Así como tenemos un código genético encargado de mantener nuestro equilibrio físico, también tenemos el discernimiento para distinguir lo que es correcto.

El hombre es el único en la escala zoológica que puede modificar la naturaleza para su propio beneficio. Esta capacidad se vuelve perniciosa cuando se aprovecha de su potencial para destruirla y para someter a sus iguales.

Este privilegio es lo que le hace perder sus valores morales, o por lo menos es lo que le permite ignorarlos para beneficiarse individualmente, olvidándose que es parte de un grupo, de una sociedad, de un todo y que sin su entorno no es nada.