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Edipo y superyó

Publicado por Betina Ganim

En el post anterior introduje la cuestión de lo moral en psicoanálisis; mejor dicho, de eso que permanece velado en los «fines morales» del psicoanálisis.

En este seminario Lacan desarrolla la función del deseo en una relación fundamental con la muerte. Siguiendo a Freud, se trata de esa situación fundamental de desamparo, esa angustia que le señala al ser humano que nadie podrá ayudarlo en esa relación inicial, fundamental de desamparo, de relación con su propia muerte.

A partir de allí, la angustia nos anticipa un peligro, y el Edipo, el mito, adquiere todo su alcance. Edipo marca, nos dice Lacan, en la topología de la experiencia analítica, esa zona límite interior de la relación con el deseo, esa zona que se arroja más allá de la muerte, porque el hombre dirige su conducta según «lo que hay que hacer», para no arriesgar la otra muerte: «hincar el pico».

Aquí hace referencia a un texto de Ernest Jones en el que justamente habla de cierta circularidad entre tres actitudes emocionales en el ser humano: odio, culpa y temor, y las relaciones que hay entre las tres.

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No me voy a detener en esto, sino para decir que muestra que el ser humano se impone ciertos deberes morales porque teme los riesgos que deberá asumir si no se los impone.

Y lo que el análisis articula es que es más cómodo sufrir una interdicción, que exponerse a la castración.

Con Freud tenemos ese axioma de que el Superyó nace con la declinación del Complejo de Edipo. Un cantito que nos sabemos todos, pero ¿qué quiere decir con esto? Que el superyó nace cuando hay una incorporación de su instancia por parte del sujeto.

Lacan recomienda volver a la diferencia entre Frustración, Castración y Privación, para revisar la función de cada una de estas «piezas» en el declinar del Edipo y en la constitución del superyó.

Así, siguiendo a Freud, diferencia el padre castrador (el padre real agente de la castración) del padre como origen del superyó.

El padre real es castrador, en tanto personaje necesario en la relación del niño con la madre. Un personaje con el cual entrar en rivalidad. Ese padre real,mítico, desaparece tras el padre imaginario que le hizo tanto daño, que descubre una vez que declina el Edipo, a los 5 años, nos señala Freud.

Dice Lacan, se pregunta, si no es acaso alrededor de la privación que se monta el duelo con ese padre imaginario. Así, ese reproche eterno que surge, es estructuralmente fundamental en el sujeto.

Es él y no el padre real, el «fundamento de la imagen providencial e Dios». La función del superyó, dice aquí Lacan, es ese reproche a Dios por haber hecho las cosas mal. Y es en esta misma estructura, que se articula el Complejo de Edipo.

Es con esta brújula que no convoca a leer el artículo de Jones, para dilucidar qué quiere decir cuando vincula temor y culpa en relación al superyó.

Así es que nos envía, pluma en mano, a recorrer esa referencia, a lo que me abocaré después de escribir este post.

FUENTE: LACAN,J. Seminario 7, La Ética del Psicoanálisis.